Desapego y libertad: soltar para volver a Ser
A veces no somos nosotros quienes decidimos soltar. A veces es la propia vida la que desplaza situaciones, caminos o roles que ya cumplieron su función en nuestro proceso interior. Y aunque la mente se resista, ese movimiento también es parte del orden natural de las cosas. Cuando algo se aleja —una etapa, un proyecto, un lugar o incluso una versión de nosotros mismos— no es señal de pérdida, sino de transición. Aferrarnos a lo que ya terminó solo genera fricción: nos desvía de lo que la vida intenta mostrarnos y nos impide ver la dirección hacia la que estamos siendo llamados. La práctica del desapego consiste en reconocer con claridad aquello cuyo ciclo concluyó, honrar su aporte, y dejar que siga su curso sin convertirlo en peso ni identidad. No porque seamos indiferentes, sino porque comprendemos que todo lo impermanente está hecho para transformarse. Tener fe es confiar en la inteligencia del movimiento: entender que cuando algo se desplaza, algo en nosotros se reordena. Que cada cierre abre espacio para una comprensión más amplia, más lúcida, más alineada con nuestra naturaleza profunda. A veces la vida misma nos suelta… para que regresemos a la quietud de lo esencial. Para que volvamos a Ser